miércoles, noviembre 22, 2006

Nueva arquitectura


Diseño de vanguardia:
La nueva era de

la arquitectura orgánica
Por Felipe Álamos Undurraga

Los proyectos de última generación de esta tendencia no sólo imitan la naturaleza. En algunos casos también buscan reemplazarla. ¿Una contradicción?

Rebrotó la arquitectura orgánica.
La adopción de modernos criterios de construcción sustentable y las nuevas tecnologías constituyen una promesa de que las construcciones que se adscriben a esta tendencia -que parecen florecer del suelo donde se construyen- no sólo serán capaces de mimetizarse con la naturaleza que las rodea, sino que también seguirán el ciclo natural de ésta: nacimiento, vida y muerte.
No es un decir. La introducción de nuevos elementos, tales como materiales constructivos biodegradables o ecológicos, energías renovables y tecnologías digitales están cambiando el radicalmente panorama de este concepto de arquitectura, cuyos orígenes ya tienen casi 100 años y se remontan a las obras de Antoni Gaudí y Frank Lloyd Wright.
Quizás el caso más notable de esta revolución sea el vanguardista proyecto Metropol Parasol, que se construye en la plaza de la Encarnación de Sevilla, España, y estará listo durante 2007.
La construcción de esta obra del arquitecto alemán Jürgen Mayer- cuyos detalles dio a conocer el autor en la XV Bienal de Arquitectura que se celebra en Santiago- ha puesto en jaque los límites de lo que hasta ayer se entendía por arquitectura orgánica. Porque en su concepción este emprendimiento se mueve en ambos lados de la frontera entre el mundo "real" de la naturaleza y el reino "virtual" de las formas generadas mediante animaciones digitales.
Este movimiento constante está creando una realidad impensable antes de la aparición de las nuevas tecnologías. Con ello, la arquitectura orgánica ya no es algo que imita la naturaleza, sino que va más allá de ella. Y, en apariencia, la mejora.
Naturaleza tecnológica
Así, si bien el punto de partida de los gigantescos parasoles de madera y poliuretano de la plaza sevillana es la naturaleza (los grandes árboles de la cercana Plaza de Cristo de Burgos), la sorprendente ingeniería estructural que nació como fruto de la realidad virtual permite que hoy se pueda caminar, en una plaza elevada, sobre estos gigantescos "hongos", lo cual sería casi imposible en los árboles de verdad.
Pero eso no es todo. Los componentes de esta plaza constituyen un complejo de planos que ascienden desde el subsuelo (las "raíces") -donde se hallan restos arqueológicos- hasta la superficie -donde hay actualmente un mercado- y más de allá: la copa de este falso árbol.
"La reinterpretación de los efectos de la naturaleza o la creación de una 'naturaleza tecnológica' es un rasgo esencial, aunque usualmente de presencia muy sutil, en la arquitectura de Mayer", señalaron Fredy Massad y Alicia Guerrero en su crítica de la obra en el diario español ABC.
Es decir, señalan los expertos, Meyer y otras oficinas de arquitectos están creando una arquitectura ¿orgánica? que nos hace comprar dentro de una ameba hi-tech en Birmingham(Future Systems) o ver arte dentro del ente biomórfico creado por Cook & Fournier en Graz. Esta nueva realidad trae preguntas: ¿Puede la arquitectura, por muy orgánica que sea, reemplazar a la naturaleza? ¿Acaso no hubiera sido mejor, en el caso de Metropol Parasol, optar derechamente por los árboles? Por el momento, hay más dudas que respuestas.

sábado, noviembre 11, 2006

Coquimbo en primera persona


Patrimonio escondido:

Tres joyas victorianas
de Coquimbo y Guayacán

La Casa Ansted, el Cementerio Inglés y el órgano de la iglesia de Guayacán. Amor al detalle.

Por Felipe Álamos Undurraga.

(Agosto de 2006)

Lo siento Valparaíso, pero Coquimbo me mata.
El vecino de La Serena es más pequeño, más amable, más fácil de entender. Sin por eso ser aburrido. Porque tiene sus misterios: esos que nacen del poco interés que produce y de lo poco que lo han estudiado.
Quizás no tenga tantas casas ni tantos rincones. Pero tiene algo indefinible que todavía no ha sido sepultado bajo falsas declaraciones de amor. No ha tenido su Neruda ni su Edwards Bello. Pero es una ciudad adorable, con un barrio inglés lleno de vida. Aunque no quede ningún gringo.

La Casa del Cónsul
Visité Coquimbo hace pocos días, impulsado por uno de sus misterios: mi bisabuelo el cónsul inglés George L. Ansted; e hice un tour arbitrario, absolutamente personal. Y en ese camino conocí un trío de lugares imperdibles.
La recomendación viene muy de cerca, pero difícilmente he encontrado en Chile una casa victoriana tan curiosa como aquella donde vivió mi antepasado y que hoy es el Hostal Nómade.
La Casa Ansted (después Castex), es un sitio lleno de detalles, donde en la arquitectura se juntan la artesanía en madera de los maestros británicos y una notable colección de chimeneas y rejas, de la mejor factura industrial inglesa del siglo XIX.
Hoy el lugar está siendo pacientemente restaurado por tres jóvenes empresarios, que alucinan con la casa.

Cementerio Inglés
Otro mundo poco conocido es el Cementerio Inglés de Coquimbo. Tanto o más interesante que el ubicado en el cerro Panteón de Valparaíso.
El entorno no es tan espectacular como su símil de Pancho, pero sus tumbas son preciosas y tiene la ventaja de que no genera mayores expectativas previas en el turista.
Creado hacia 1860 y very british, está lleno de historia, de drama. Sus lápidas hablan aunque uno no conozca a los personajes, sobre los cuales ha caído un olvido imperdonable.
Ahí están los Goudie, Abbott, Mac Aullife, Spencer, Raby, Inch, entre otros. Apellidos que algunas vez se los escuché a mi abuela Susana o a mi tía Jovi y que de pronto toman presencia en la madera, el mármol o el metal.

Órgano de Guayacán

Gracias a los oficios del seminarista Rodrigo Taborga, tuve el privilegio de conocer por dentro la siempre cerrada Iglesia de Guayacán, un pueblito hoy absorbido por Coquimbo que hoy lucha por mantener su identidad.
Llegué a esta iglesia en busca de respuestas que tenían sin duda más que ver con la curiosidad que con la fe. Estaba intrigado por el origen de la fachada de zinc de la iglesia de la Hacienda El Sobrante, en Petorca, y como mi abuelo no me pudo responder a mis inquietudes, salí a buscar la respuesta. Este verano estuve en Traiguén, Lumaco, Mulchén y alrededores (VIII y IX regiones). Luego, mi vista apuntó hacia Coquimbo. Todavía no resuelvo el misterio.
Claro que la humilde capilla del fundo familiar, palidece ante esta increíble muestra de la mejor ingeniería de XIX.
Esta auténtico mecano está hecho de planchas de zinc estampadas en Bélgica, apernadas con precisión industrial. Fachada e interiores son iguales, lo cual confiere a la obra una fría armonía, que sólo pudo ser destruida por una serie de adefesios instalados por el padre Juan Van Hacke.
Conversando con Rodrigo, cae el primer mito de mi visita. La iglesia no es de Eiffel, sino que fue concebida en Bélgica y llegó por mar en el vapor alemán Biancas en octubre de 1889, que traía desde Amberes cerca de 400 bultos con planchas metálicas. A fines del mismo año, se instaló la iglesia.
Claro que hay otros mitos que sí subsisten. Por ejemplo, que la torre original cayó desde el barco y que la que hoy existe fue fabricada en Guayacán. Como también lo fueron las campanas, fundidas en las maestranzas de Maximiano Errázuriz, el magnate dueño de la capilla y de todo Guayacán.

Como soy amante de los detalles lo que más me llamó la atención fue el órgano de la iglesia, una joya escondida que muy poca gente sabe es el órgano construido hacia 1870 por la firma inglesa Van Gruisen, de Liverpool. Pura precisión británica.

P.D: Estoy intentando formar una red de descendientes de británicos de Coquimbo. Para quienes se interesen en el tema, por favor escribir a falamos.u@gmail.com